Barcelona.- Mayra y su esposo se levantan religiosamente a las 4:00 de la mañana cada martes y viernes. “Monto unas arepas, me baño, armo un bolsito con agua, la comida y dinero para comprar un juguito para el desayuno. Luego alisto a los niños y nos vamos, generalmente salimos con ellos dormidos. Elias (su esposo) me acompaña hasta las 7:00 am, cuando debe irse a trabajar”. Mayra Azcanio, de 25 años de edad, es ama de casa y bachaquera.
Al preguntarle por qué se lleva a sus hijos a las largas colas para adquirir alimentos regulados, responde que no tiene con quién dejarlos, “mis bebés tienen 11 meses y cuatro años, están muy pequeños para dejarlos solos. Aquí (en Puerto La Cruz) vivimos mi esposo y yo. Entonces o salgo a bachaquear con los niños, o nos morimos de hambre, porque su sueldo no nos alcanza para vivir”, asegura Azcanio.
Cuenta que compra dos veces a la semana, el día que le toca a ella y el día que le toca a su esposo. “He hecho amiguitos en los supermercados y me venden con su cédula. Con lo que compro en esos dos días resolvemos la comida para la casa y suficiente para vender, en un día bueno puedo ganarme los 12 mil bolívares que se gana mi esposo al mes”, asegura.
“Yo sé que la gente lo desaprueba, pero te repito, si yo estuviese en mi casa cuidando a los niños, ya nos hubiésemos muerto de hambre. Esta, por ahora, es nuestra única opción”, asevera.
Andreína Lezama no es bachaquera de profesión, sin embargo a la hora de comprar debe llevarse a su niño de 5 años, puesto que tampoco tiene con quién dejarlo.
“Mira, ahorita cada quién anda en lo suyo y yo no pretendo que nadie me ayude con mis obligaciones o mi hijo, así que no nos queda de otra”, aseguró.
Andreína es empleada pública y madre soltera, sale a comprar los viernes, día que le toca por su terminal de cédula. Explica que no lleva al niño al colegio porque tendría que salirse de la cola a buscarlo, lo cual le complicaría todo el proceso y la haría “perder su puesto”.
Arianna De Sousa - El tiempo
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