Hermosa tierra ubicada en el oriente de Venezuela, con un
clima frio que invita al romance y al relax....Uno de los sitios emblemáticos
de este lugar es la cueva del Guácharo cuya dimensión es de 1200mts de profundidad,
en el pueblo pueden tomarse un delicioso chocolate caliente acompañado de un
rico dulce típico de la zona, también podrían probar las incomparables en sabor
fresas con crema, la verdad que este sitio lo recomiendo para pasar un
grandioso fin de semana.
el Estado de Monagas, muy cerca de la ciudad de Caripe, se
encuentra este Parque Nacional que alberga la cueva y la selva del Guácharo. Un
espectáculo único para todos los sentidos por la belleza de sus paisajes, el
olor de sus flores o el ruido de los miles de guácharos.
Hace cientos de millones de años esta zona era un mar, pero se fue desecando y el agua fue formando pequeños canales subterráneos y cuevas. Así surgió este lugar.
El parque está en un enclave único, entre montañas y abundante vegetación. Eso sí, la sensación de humedad es una pasada.
En el Parque se pueden hacer varias cosas:
*Visita a la cueva del guácharo. Tiene como 5 kilómetros pero sólo se pueden recorrer 1.500. No es apta para claustrofóbicos pues, además de que no hay nada de luz, se pasa por galerías en las que hay que ir totalmente tumbado y no hay casi espacio para moverse. Pero si se soporta, la llegada al final no tiene nada de desperdicio. Por todo el techo de la cueva hay miles de guácharos, como una especie de murciélagos que sólo salen de noche. Sus excrementos, por el suelo de la cueva, son tan fuertes y ácidos que si se caen al suelo mueren. No se puede hacer fotos ni llevar luces fuertes para no molestarlos. Realmente merece la pena entras, aunque a veces es algo agobiante. Siempre se va con un guía experto.
El mejor momento es atardeciendo, pues es cuando salen todos los guácharos a comer. En ese momento, los guías ponen a la gente en la entrada (tapaos bien que las cagadas son muchas) y desde el suelo se observa como miles, cientos de miles de pájaros salen en busca de alimento. Un espectáculo de la naturaleza único.
La cueva la exploró Alexander Von Humboldt, por lo que hay un museo en su honor.
*Visita a la selva. La vegetación os rodeará y os sentiréis perdidos en medio de una enorme selva sin fin. Los escondites que surgen de la nada son maravillosos y de vez en cuando algún animalillo se cruzará en vuestro camino. La humedad es bestial, así que bebed bien. Hay que andar una hora más o menos, por sus caminillos, detenerse, mirar a la copa de los árboles, ver plantas desconocidas y, al final, la recompensa. El imponente Salto de la Palia, una cascada natural que pone fin al parque y cuya belleza es indescriptible. Hay que verlo. El agua cae por una pared de piedra negra y todo rodeado de árboles y plantas que casi no dejan entrar el sol.
*Escalar. En alguna de sus casi 40 rutas en paredes como la de Miraflores, de las más altas del país.
Abre todos los días de 8 a 16.
Tiene restaurante, tienda y puestecitos de artesanía en la puerta. Un poco más arriba, por la carretera, se llega a un restaurante con mirador con vistas increíbles. La comida es normalita, pero las vistas valen una cocacola... o dos. Por(Yesselaine Ferrer)
Hace cientos de millones de años esta zona era un mar, pero se fue desecando y el agua fue formando pequeños canales subterráneos y cuevas. Así surgió este lugar.
El parque está en un enclave único, entre montañas y abundante vegetación. Eso sí, la sensación de humedad es una pasada.
En el Parque se pueden hacer varias cosas:
*Visita a la cueva del guácharo. Tiene como 5 kilómetros pero sólo se pueden recorrer 1.500. No es apta para claustrofóbicos pues, además de que no hay nada de luz, se pasa por galerías en las que hay que ir totalmente tumbado y no hay casi espacio para moverse. Pero si se soporta, la llegada al final no tiene nada de desperdicio. Por todo el techo de la cueva hay miles de guácharos, como una especie de murciélagos que sólo salen de noche. Sus excrementos, por el suelo de la cueva, son tan fuertes y ácidos que si se caen al suelo mueren. No se puede hacer fotos ni llevar luces fuertes para no molestarlos. Realmente merece la pena entras, aunque a veces es algo agobiante. Siempre se va con un guía experto.
El mejor momento es atardeciendo, pues es cuando salen todos los guácharos a comer. En ese momento, los guías ponen a la gente en la entrada (tapaos bien que las cagadas son muchas) y desde el suelo se observa como miles, cientos de miles de pájaros salen en busca de alimento. Un espectáculo de la naturaleza único.
La cueva la exploró Alexander Von Humboldt, por lo que hay un museo en su honor.
*Visita a la selva. La vegetación os rodeará y os sentiréis perdidos en medio de una enorme selva sin fin. Los escondites que surgen de la nada son maravillosos y de vez en cuando algún animalillo se cruzará en vuestro camino. La humedad es bestial, así que bebed bien. Hay que andar una hora más o menos, por sus caminillos, detenerse, mirar a la copa de los árboles, ver plantas desconocidas y, al final, la recompensa. El imponente Salto de la Palia, una cascada natural que pone fin al parque y cuya belleza es indescriptible. Hay que verlo. El agua cae por una pared de piedra negra y todo rodeado de árboles y plantas que casi no dejan entrar el sol.
*Escalar. En alguna de sus casi 40 rutas en paredes como la de Miraflores, de las más altas del país.
Abre todos los días de 8 a 16.
Tiene restaurante, tienda y puestecitos de artesanía en la puerta. Un poco más arriba, por la carretera, se llega a un restaurante con mirador con vistas increíbles. La comida es normalita, pero las vistas valen una cocacola... o dos. Por(Yesselaine Ferrer)
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